La decisión del presidente estadounidense Donald Trump de ordenar la muerte del poderoso comandante iraní Qasem Soleimaní supone una arriesgada apuesta para intimidar a Irán y desata el temor entre los aliados de Washington a una nueva guerra en Oriente Medio.
El enviado de Teherán para los asuntos iraquíes, el poderoso general Qasem Soleimani, murió ayer en un bombardeo estadounidense en Bagdad, tres días después de un ataque a la Embajada de EEUU.
El ataque estadounidense sin precedentes, que también mató al líder iraquí Abu Mehdi Al Muhandis y que era el número dos de la coalición paramilitar pro-Irán Hashd Al Shaabi, abre ahora un periodo de incertidumbre para EEUU y sus aliados en la región del Golfo Pérsico.
El Pentágono no dio detalles de la operación, pero varios medios estadounidenses revelaron que se usaron drones que golpearon dos autos en una carretera que conduce al aeropuerto internacional de Bagdad.
Soleimani, que comandaba las fuerzas especiales Quds de Irán y era considerado como una de las figuras más poderosas del país, viajaba en uno de ellos.
Un responsable militar estadounidense aseguró que el impacto que pulverizó ayer en Bagdad dos vehículos donde estaban Soleimani y Mehdi se realizó con “un tiro de precisión de dron”.
Este método de asesinato de miembros de un ejército extranjero refleja más el modus operandi del Ejército israelí que de las fuerzas estadounidenses, que típicamente organizan con precisión a sus fuerzas especiales cuando buscan eliminar figuras de alto mando.